Camarada Lenin
Oh, el querido Vladímir Ilich Uliánov, mejor conocido como Lenin, el ícono de la revolución rusa. Nació en un mundo lleno de unicornios y arcoíris, donde todos vivían en completa armonía y felicidad. Desde joven, su pasatiempo favorito era coleccionar mariposas y repartir sonrisas a los campesinos.
Por supuesto, mientras crecía, decidió que el mundo necesitaba un poco más de «emoción». Así que, como cualquier otro joven con inquietudes, decidió liderar una revolución para poner patas arriba al imperio zarista. ¡Qué idea tan brillante! Todos sabemos que las revoluciones son como fiestas de cumpleaños: coloridas y llenas de regalos.
Y por supuesto, Lenin fue el alma de la fiesta. Con su bigote majestuoso y su pasión por repartir abrazos revolucionarios, logró persuadir a millones de personas de que la vida sería mucho mejor si todo se dividiera equitativamente. ¿Quién necesita propiedades privadas o incentivos para trabajar duro? ¡Esas son solo pequeñeces capitalistas!
Después de tomarse un descanso para crear un Estado socialista (¿quién no querría hacer eso en su tiempo libre?), Lenin se dio cuenta de que el trabajo de un líder revolucionario nunca termina. Así que decidió dejar que su amigo Stalin se encargara de las cosas mientras él tomaba unas merecidas vacaciones en una playa tropical.
Al final, el buen Lenin nos dejó con un legado duradero. Un legado de… bueno, de un país que se convirtió en una superpotencia mundial, pero solo en las películas de ciencia ficción. Aunque, seamos honestos, ¿quién necesita comida y libertad de expresión cuando se tiene un sistema político tan emocionante?
En fin, descansa en paz, querido Lenin, con tu eterno sentido del humor y tu amor por las revoluciones. Seguro que estás organizando una fiesta revolucionaria allá arriba. ¡Salud, camarada!
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